En quinto año de
primaria en California, mi maestra de inglés fue Mrs. Debbie Moore. Fue en este grado
que me convertí en lectora impenitente y en devota amante de la música. Por
este motivo, la Sra. Moore jugó un papel importante en mi vida y estoy en deuda con
ella. Thank you, Mrs. Moore.
Los primeros
libros que compré con
dinero de mi padre fue a través de un catálogo que nos dio la Sra. Moore: Harriet The Spy y Sara Crewe.
Fue todo lo que se requirió para que yo quedara por siempre cautiva de la
palabra escrita.
Música. La Sra.
Moore decidió tocarnos algunas canciones en su tocadiscos dándonos las letras
de las canciones y pidiéndonos que subrayáramos componentes de los enunciados
como verbos, sustantivos, adjetivos, etc. La primera fue Los sonidos del Silencio (The
Sounds of Silence) con Simon y Garfunkel. Canción hermosa, poética, dolorosa y me encantó. La otra fue Eres
tan vanidoso (You’re so Vain) de Carly Simon. Me enamoré de Carly, la
canción tenía,
chispa, ingenio y de plano me pareció de lo más cool.
Curiosamente,
también compraba discos que mi mamá me recomendaba de viejas canciones mexicanas como del
Dueto Amanecer y las Hermanas Padilla que aún atesoro y que algunas se convirtieron
en canciones de arrullo cuando mi hija era bebita.
Del disco de
"Grandes éxitos de Simon y Garfunkel, reclamé una canción como mi himno
personal en inglés:
“Soy una roca”. Siento que todo de esa canción define la adolescente solitaria
y asustadiza en que me convertí. “Tengo mis libros y mi poesía que me protegen. Estoy
resguardada detrás de mi escudo. Soy una roca, soy una isla; y la piedra no
siente dolor y la isla nunca llora”. Todo dicho.
Carly fue otra
cosa. Religiosamente me fui comprando todos los álbumes que iban saliendo de ella. Me
decía que estaba practicando mi inglés y mejorando mi pronunciación de inmigrante (sí, para entonces ya
era una joven adulta).
Mi madre nunca
tuvo la inclinación de identificarse con ninguna de mis fases adolescentes,
pero yo sentía que Carly entendía todo lo que había que entender sobre mí y la hondura de
mis sentimientos, conflictos y
necesidades. Me gusta pensar y decir que fui criada por Carly, que de algún
modo se coonvirtió en una segunda madre para mí,en mi gran confidente.
Todavía me
emociono cuando me entero de algo sobre Carly. Sé que ya es abuela. Sé el nombre de sus
dos hijos, Sally y Ben. Espero que sean como su mamá. Me imagino que tuvieron una infancia
feliz y privilegiada.
A veces imagino
que le escribo una carta a Carly donde le cuento lo mucho que su música
significa para mí; cuánto ellas, Carly y su música, me ayudaron cuando más neurótica fui;
que a veces me imagino como la niña que fui, y que como un “ramillete de
flores” la “pongo a moverse con su canción más dulce”. ¡Ay, Carly, cómo te ha querido esa
niña extraña!
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