Wednesday, June 19, 2013

Sí, ¡no es fácil ser mamá!

Es difícil ser la madre de una joven de 14 años. Las exigencias, las expectativas. Casi siempre sabemos sobrellevar las cosas. Pero cuando peleamos, el descubrir que ella y yo compartimos algunas características no es el más útil ni el más reconfortante de los descubrimientos. La terquedad y el orgullo por ejemplo; el silencio inmediato en la que cada una nos refugiamos.
No me molesta ser su chofer, el rol  al que se me ha reducido en estos días, eso y la expectativa de que escupa dinero cuando así lo requiera y la proveedora de cuantos “síes” necesite para irse al centro comercial, al cine,  o donde sea que se va con sus amigas.
Tampoco me molesta el tedio de esperarla. Tengo mi teléfono inteligente, mi música y mi lector electrónico para entretenerme en mi coche mientras ella toma la clase de tap, de hip hop, o cualquiera sea el interés que la esté ocupando en su momento.
Quiero que se divierta y que disfrute de las relaciones que está creando con otras muchachas. Quiero que tenga ese sentimiento de pertenencia y de estar y saberse como las demás, no importa cuán transitorias vayan a ser esas relaciones.
Su insistencia en ser y hacer como las demás es una fase extraña, me parece. No sé cuándo vaya a dejarla para que se afirme a sí misma como verdaderamente va a ser; de reconocer  que mientras más singular y única sea, mejor, con todo e idiosincrasias propias.
Pero las dos cosas que más me molestan son estas: sorprenderla en una mentira, no importa cuán inocente, eso me para de pestañas. No puedo tolerar que piense que tiene que ocultarme  la verdad.
Tampoco puedo manejar su pereza intelectual y su falta de conciencia respecto a su posición privilegiada. La habilidad de leer en tres idiomas no es algo que todos podemos hacer. Cuando me pregunta hasta cuándo tendrá lecciones de francés, le respondo que hasta que la vea leer libros en francés por el solo hecho de disfrutar. Su silencio me responde. Últimamente hasta ha dejado de ser sus libros en inglés.
El otro di estuve por castigarla quitándole su teléfono por una semana. Después de las lágrimas y el melodrama de que el mundo se iba a terminar, finalmente acordamos que leería un libro en español durante el verano. ¡Qué alegría volver a tener su aparatito en mano! La tarea pendiente es un poco abrumadora. Lo admito. Mi plan era que lo leeríamos juntas en el curso de un año porque es un libro gordo. Ahora está comprometida con leer, sola y en español,  antes de que comience el nuevo año escolar, el libro con el cual yo me introduje en la literatura universal: Crimen y castigo de Dostoievski.
Deseo que su mente se desborde con preguntas y curiosidad sin fin. Sí, tal vez sea muy anticipado que se pregunte acerca del universo y nuestro pasado social y de saber la importancia de cuestionarlo todo. Pero no soporto la idea de que carecerá de hambre intelectual y de que no habrá de siempre tener la nariz en algún libro.

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